jueves, 10 de febrero de 2011
Nos acordaremos, Sinde.
domingo, 30 de enero de 2011
Oferta de empleo: Se busca partido político honrado.
martes, 25 de enero de 2011
La generación perdida
Formo parte de la que llaman “la generación perdida” y cada vez me voy dando cuenta más y más de lo cierto de ese apodo. Muchos me dicen que tengo suerte de tener trabajo aún, pero yo no lo veo así. Mi vida transcurre entre cuatro paredes por las cuales pago la mitad de mi sueldo, y ni siquiera me pertenecen. Con dichas paredes vienen de serie dos individuos con los que a veces peleo por el ruido que hacen, y es que cuando llego del trabajo, sin ánimo alguno y sintiéndome el ser más desgraciado y solo del universo, lo último que me apetece es aguantar la música de otros.
Para matar el rato y no darle vueltas a la cabeza, leo libros de programación, con un semblante que es mezcla de curiosidad y de autoengaño, pues leyéndolos me digo a mí mismo que, en un futuro no muy lejano, mi situación cambiará gracias a ellos. Pero ese momento parece no llegar nunca, y a mí se me acaban las energías.
Cuanta razón tiene aquel dicho que reza: “Las oportunidades están para aprovecharlas”. En aquellos momentos pasados de bonanza en burbuja, en los que en el teléfono no paraban de sonar las ofertas de trabajo como desarrollador informático, debí entrar en el sucio juego de la consultoría informática. Debí pedir más y más, cambiar de trabajo cada dos meses, vendiendo mis horas de calientasillas y mis torpes líneas de código al mejor postor. Pero no, cometí el fallo de dejarme arrastrar por mi inocencia y mis ganas de dejar las cosas bien hechas, aunque eso significara trabajar para el patio de recreo de niños grandes, vagos y respondones que es la administración. Y ahora, aquí estoy, rompiéndome la cabeza por saber cómo administrar mis mil euros al mes, para que, tras pagar gastos, aún pueda quedarme un saldo positivo de toda esta sinrazón que es mi vida.
Las oportunidades están para ser aprovechadas, sobre todo cuando ya no se tiene futuro, ni destino, pues son ya 30 los años cumplidos sin casa propia, sin un salario decente, y sin un puesto decente. Y no digamos sin una mujer, una familia, una estabilidad, una, una..., una mierda es lo que tengo, una mierda y odio, montañas y montañas de odio. Odio hacia la administración, hacia el gobierno, hacia los bancos, hacia movistar y vodafone, hacia Sinde, hacia el PSOE y el PP, hacia los miles de millones de inútiles que tengo por jefes, hacia la consultoría informática, hacia Sálvame Deluxe y Sálvame Diario, hacia el idiota que va en el metro escuchando música con el móvil y sin cascos, hacia los cabrones que rechazan ser asegurados para seguir cobrando el paro mientras trabajan, hacia los pillos y estafadores y hacia estos hijos de puta. Odio que recorre mis venas y que podría servir como combustible para un arma de destrucción masiva. Odio que tengo que aguantar y que, en momentos como este, se convierte en lágrimas negras de tristeza e impotencia.
Impotencia, es una palabra horrible. Desde que conozco su significado no puedo evitar al oírla dibujar en mi mente la estatua de un chico joven al que le han cortado los brazos y le han vendado los ojos. Lo peor de todo, es que nos han acabado convirtiendo en ese joven...